La expansión china en Latinoamérica cobra fuerza a través del uso de la inteligencia artificial con aplicaciones riesgosas, como tecnologías de vigilancia, reconocimiento facial y desinformación a través de videos manipulados artificialmente, los llamados deepfakes. Un reciente informe, titulado Latinoamérica en la Nueva Geopolítica Global, publicado por el Centro de Estudios Estratégicos del Ejército de Perú (CEEEP), advierte que la inteligencia artificial es uno de los temas en los que China se está enfocando cada vez más en Latinoamérica en función antioccidental.
La expansión china en Latinoamérica cobra fuerza a través del uso de la inteligencia artificial con aplicaciones riesgosas, como tecnologías de vigilancia, reconocimiento facial y desinformación a través de videos manipulados artificialmente, los llamados deepfakes. Un reciente informe, titulado Latinoamérica en la Nueva Geopolítica Global, publicado por el Centro de Estudios Estratégicos del Ejército de Perú (CEEEP), advierte que la inteligencia artificial es uno de los temas en los que China se está enfocando cada vez más en Latinoamérica en función antioccidental.
“En su Iniciativa de Seguridad Global (GSI), elaborada mediante un Libro Blanco sobre el tema, China ha expresado interés en trabajar con la región en cuestiones de seguridad a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) donde Estados Unidos no está presente. China también destaca la gobernanza de los datos, la inteligencia artificial y el espacio, enfatizando que ya tiene una presencia significativa en la región”, reza el informe.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), ocho de los 10 países de asesinatos, según un informe de la UNODC de 2023, era de 9.3 por 100.000 habitantes en Sudamérica, 16.9 por 100.000 habitantes en Centroamérica y 12.7 por 100.000 habitantes en el Caribe. Con el pretexto de luchar contra la criminalidad, Pekín utiliza a la región como el terreno perfecto para ensayar sus equipos de vigilancia y ampliar su control.
Por ejemplo, los escáneres de acceso de visitantes de muchas cárceles brasileñas son chinos, fabricados por Nuctech, proveedora directa de la industria de defensa china. En 2020, según la plataforma digital de noticias Político, el Gobierno canadiense señaló en un documento interno de evaluación de riesgos que “las máquinas de rayos X de Nuctech ofrecerían numerosas oportunidades de ataque, incluida la recogida encubierta de imágenes de escáner, el compromiso de dispositivos electrónicos portátiles y la captura de Bluetooth, señal móvil o incluso emanación electromagnética”.
En el mismo año, la Oficina de Industria y Seguridad de los Estados Unidos también incluyó a Nuctech en una lista negra “por su implicación en actividades contrarias a los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos”. En abril de 2024, los reguladores de la competencia de la UE allanaron las oficinas holandesa y polaca de Nuctech por recibir subvenciones estatales injustas. .
Los sistemas chinos de reconocimiento facial ya son una realidad en muchos países de Latinoamérica. Según el sitio de noticias Infobae, en Campinas, en el estado brasileño de San Pablo, y en al menos 78 ciudades del estado de Bahía, la información recogida por las cientos de cámaras de la compañía china Huawei instaladas en las calles se ingresa en un único sistema central informatizado. Eso no sólo permite identificar y detener a los sospechosos, sino crear un verdadero archivo digital. Más allá de las cuestiones de privacidad, el problema según muchos expertos es que estos datos acaban en manos de Pekín. La Ley de Inteligencia Nacional de 2017 obliga a todas las empresas chinas a entregar los datos recopilados al Gobierno de Xi Jinping.
“China no solo se beneficiaría de la venta de tecnología de vigilancia, sino también del acceso a la información”, explica al medio Diálogo, el investigador visitante en el Instituto de Investigación sobre Defensa y Seguridad Nacional de Taiwán, Guermantes Lailari.
A través de la emblemática política exterior china, la Iniciativa de la Franja y la Ruta, los sistemas chinos de cámaras de seguridad se han colocado en ciudades latinoamericanas como parte de una “oportunidad estratégica” para que las empresas chinas se expandan en el extranjero. Las ciudades incluyen Ciudad de México, San Salvador de Jujuy en Argentina, Colón en Panamá y en la frontera entre Uruguay y Brasil, entre otros. En julio de 2024, la empresa china Lenovo anunció uno de los proyectos de ciudad inteligente más recientes, aunque, no quiso revelar el nombre de la metrópolis. Mediante el uso de inteligencia artificial, las cámaras normales de la ciudad se han transformado en dispositivos de vigilancia capaces de analizar datos de vídeos en tiempo real y gestionables a distancia. En 2016, el Pentágono advirtió de la posibilidad de que dispositivos de Lenovo, como ordenadores, introdujeran hardware comprometido en el Departamento de Defensa.
“Si en algún momento un país decide ir contra China, China puede chantajearlo precisamente por estos sistemas de vigilancia. Además, si un gobierno es autoritario, por un lado, el sistema de vigilancia es funcional para mantenerlo en el poder; por otro, China explota este sistema para asegurarse de que las élites políticas de ese país le sigan siendo leales”, explica Lailari.
El caso de Venezuela es emblemático. El Carnet de la Patria, una tarjeta electrónica a través de la cual los venezolanos reciben subsidios y servicios sociales, es propiedad de la compañía china ZTE, que junto al régimen de Nicolás Maduro controla los datos personales de los usuarios registrados, desde su historial electoral hasta sus bienes inmuebles.
“Gracias a China, los regímenes autoritarios mejoran en la opresión de su pueblo. Además, los equipos de vigilancia se prueban de esta manera en diferentes etnias y así China puede ‘afinar’ su tecnología para que funcione en más lugares del mundo. Cuantos más datos recopile, mejor podrá vigilar a la gente en todas partes”, afirma Lailari.
China también utiliza la inteligencia artificial para generar y difundir desinformación. Por ejemplo, en 2019, la empresa estadounidense de análisis de redes sociales Graphika identificó una red de operaciones de influencia china a la que apodó Spamouflage, por su dependencia en inundar las plataformas sociales. En los últimos años, la campaña de desinformación, que utiliza herramientas de inteligencia artificial para crear vídeos de personajes que no existen y personas falsas en las redes sociales, se ha vuelto más agresiva, con el objetivo de manipular a la población, sembrar la confusión y socavar la confianza en las instituciones públicas.
“Los deepfakes se pueden utilizar para manipular a la población para que crea lo que no es cierto. Por ejemplo, un deepfake de un líder político puede incluso declarar la guerra a otro Estado, aunque el líder en realidad nunca lo haya dicho. Los deepfakes también crean dudas en la mente de la gente sobre lo que es verdad y lo que es mentira”, afirma Lailari.
La expansión digital de Pekín también se refleja en el comercio electrónico. Empresas chinas como Temu, Shein y Alibaba, además de Shopee que tiene una participación china, ofrecen productos a precios muy bajos y competitivos, un factor decisivo para su éxito, especialmente entre los sectores menos pudientes de la sociedad. Sin embargo, ya en 2023, un informe de Comité Selecto de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sobre el Partido Comunista Chino advertía del riesgo de que muchos de los bienes vendidos en estas plataformas sean fruto del trabajo esclavo.
La Comisión Europea abrió en octubre de 2024 una investigación contra Temu por la posible presencia de productos falsificados y marketing agresivo. Se investiga el “diseño adictivo” de Temu, que incluye programas de recompensas “similares a juegos”.
El sector chino del comercio electrónico ha crecido en paralelo al de las Fintech de Pekín, como Fosun. Según otro informe del CEEEP, El Avance Digital de China en América Latina, China está interesada en aumentar tanto los préstamos al consumo como los sistemas de pago digitales en la región para evitar pronto los sistemas occidentales. El riesgo es que la penetración en el mercado latinoamericano podría proporcionar al Partido Comunista Chino información sobre la situación financiera de millones de personas.
“Las transacciones bancarias suelen ser privadas en los países occidentales, mientras que el Gobierno de Pekín puede acceder a ellas sin problemas, debido a las leyes de datos chinas, como la Ley de Inteligencia Nacional”, afirma Lailari. Además, según el experto, China, al eludir el sistema financiero occidental, “podría mitigar las sanciones que se le podrían imponer si hace algo como invadir Taiwán”.
En cuanto a la empresa china de telecomunicaciones Huawei, continúa su expansión en las zonas más estratégicas de la región. En octubre de 2024, el proveedor brasileño de banda ancha Ligga firmó un memorando de entendimiento con Huawei para utilizar sus redes y llevar el 5G al Amazonas.
Además, la empresa china de telecomunicaciones está probando nuevas tecnologías 5G y 5.5G en Brasil y Argentina. A principios de marzo de 2024, el operador brasileño de telefonía Vivo y Huawei firmaron incluso un acuerdo global de intercambio de patentes, especialmente las relacionadas con el 5G. Pocos días después, el operador brasileño anunció la activación experimental de su primer centro 5.5G en Campinas, en el estado de San Pablo.
Según Lailari, “la información que viaja por las redes de Huawei se envía a China para ser analizada y explotada” con el riesgo de crear verdaderas guerras económicas en muchos otros sectores. “Por ejemplo, si una empresa china y otra del país europeo compiten por firmar un contrato con empresas latinoamericanas, China al tener acceso a las conversaciones o datos pasados por la red comprometida podría conocer de antemano la posición negociadora del país sudamericano y así la empresa china podría ofrecer un precio más bajo que la europea, lo justo para conseguir el contrato”, dice Lailari.
El sector de los satélites también es codiciado por Pekín. Además de los acuerdos aeroespaciales con algunos países de la región, como Brasil, para producir satélites, China está interesada en imponer sus propios satélites geoestacionarios y de órbita para competir con las empresas occidentales ya establecidas en la región, como Starlink. GalaxySpace, Great Wall Industry Corp y SpaceSail son algunas de las empresas chinas que quieren tomar el relevo de la compañía de Elon Musk para ofrecer Internet por satélite en Latinoamérica.
Según Lailari, “cuando se trata de tecnologías chinas, la posibilidad de que Pekín las utilice con fines nefastos es muy alta”, con la posibilidad de poner en peligro la seguridad mundial y no sólo la de la región. .
Cortesía de: Diálogo.